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Castellón y Benicàssim cierran el mejor mundial de menores de la historia
Fue una entrega de trofeos espectacular. Más de 1.000 personas rodeando la pista central del Club 79 de Benicàssim. Un podium como la ocasión requería. Un río de sonrisas, emociones, alegrías iban desfilando junto a las autoridades para recibir sus reconocimientos. Jóvenes de entre 12 y 18 años habían pasado una semana de complicidad con deportistas de otras nacionalidades, compitiendo dentro de la pista y conviviendo fuera de ella.
Un jóven de Japón llamaba la atención sobremanera. La competitividad de cada selección era elogiada por todos los presentes a lo largo de esta semana y pico. El récord de selecciones participantes ya estaba batido desde la inscripción. Más de 500 parejas participando garantizaban el éxito desde el momento en el que los aviones comenzaban a aterrizar junto a las jóvenes promesas del pádel. Los parkings de todos los clubes en los que se ha disputado el torneo estaban repletos. Los jueces-árbitros conseguían, día tras día, que la puntualidad venciera a los retrasos.
Sonrisas y lágrimas. Alegrías y decepciones. Participar ya era objetivo cumplido para muchos. Ganar, convertirse en campeones del mundo tanto por parejas como por parejas nacionales como por selecciones ha sido una alegría desbordada. Millones de recuerdos se van a agolpar en la memoria de todos los que estuvimos allí. El XII Campeonato del mundo de pádel será inolvidable. Para todos. Ha sido el mejor de la historia. Por datos objetivos y por su realidad subjetiva. Sin nombres propios. El cuadro de campeones está en las redes sociales. Todos los participantes tienen el mismo mérito. Haber compartido con ellos: suecos, holandeses, estadounidenses, uruguayos, tailandeses, argentinos. Da igual su nacionalidad. La pala nos ha unido a todos. Castellón y Benicàssim quedan inscritas con letras de oro en la historia del pádel mundial.